jueves, 2 de septiembre de 2010

Aquél día decidí hacerlo. Decidí bañarme en el mar, con la posibilidad de adentrarme en mar abierto. Y así lo hice, me quité la ropa y me acerqué a la orilla y me metí en el agua congelada, me estiré como si estuviera muerta y deje que las olas hicieran su trabajo. Notaba el agua en mis oídos, era una sensación extraña ya que estaba a la vez dentro y fuera del agua. De repente decidí abrir los ojos para ver dónde estaba. Mire hacia un lado y hacia el otro y no había rastro de la playa, ahora recordé que me deje mi collar en tierra, mi collar de la suerte. Suponía que alguien se lo encontraría y obviamente se lo quedaría. Tenía hambre y sed. 
De repente noté arena en mis pies y abrí los ojos, en efecto estaba en una playa. 
Y raramente era la misma que antes. Fui a buscar mi collar, pero ya no estaba allí. Aunque por si acaso me puse a buscarlo. De repente escuché una voz detrás de mi.
- ¿Que buscas? - preguntó el chico.
- Mi colgante de la suerte - respondí, con voz tímida.
- Oh, puede que sea este - me dijo, mientras buscaba por su bolsillo.
- ¡Sí, ese es! Muchas gracias - dije.


Continuará.

lunes, 30 de agosto de 2010

Tu y yo.

Estirada en el sofá, acurrucada y tapada con la manta hasta la nariz. Viendo los copos de nieve caer por la ventana. Silencio. De repente, el sonido de la puerta hace que me mueva. Eras tú, con tu pelo despeinado, con tu cara de niño bueno, con tus ojos verdosos. Te acercaste a mi, sin pronunciar palabra. Acercaste tus labios a los míos, y me besaste. 
Te sentaste a mi lado, me dijiste te quiero y apoyé mi cabeza en tu hombro.
Y ahí estábamos los dos, acurrucados y durmiendo como dos niños pequeños en un día frío de invierno. 

domingo, 29 de agosto de 2010

Yo misma.

Llegó la hora de pensar en el futuro. De olvidar los malos recuerdos, y guardarme los buenos, porque al fin y al cabo esos son los que nos llevamos. Llegó la hora de ser fuerte, de no dejarme llevar. De saber defenderme sola, de depender de mi misma y no de los demás. De ser yo misma y no cambiar nunca, por que soy feliz tal y como soy. Estoy orgullosa de mi misma. No importa lo que piensen de mi, nunca cambiaré. 
Llegó la hora de gritar: ¡ASÍ SOY YO!

viernes, 27 de agosto de 2010

Ámame

Ámame como soy
Ámame para siempre
Ámame hasta el fin del mundo
Ámame hasta que me muera
Ámame como lo has hecho siempre
Ámame aunque la distancia nos extravíe 


Ámame



La barquita de Alan...

Alan era un chico soñador y aventurero. Cada mañana se montaba en su barquita de color azul, y se adentraba en la mar. Le gustaba escribir palabras y arrojarlas al agua. Le gustaba también, evadirse de la realidad y pensar que todos los problemas se fueron volando, que no había nada de que preocuparse. ¿Pero como dejar de preocuparse si tenia un alma aventurera? Tan solo la tenia para no caer en la falsa felicidad de algo estable, algo que tal vez se derrumbase con las nefastas consecuencias que se derrumba un castillo de naipes por un golpe de aire, estar hay, en una barca en medio del mar le permitía arrojar a este esas preocupaciones, vivir la vida con unas emociones mas regulares que la apoteosis felicidad o la oscura depresión, nunca lo comprenderían en un mundo tan radical, por eso pensó dejarlo todo en esa barca, ahí donde vivir era tan solo observar la vida, llegar a la perfeccionar de ser el su principio y fin, porque le dijeron que podía ser lo que quisiese en la vida, y decidió ser dios.




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Alan era un chico soñador y aventurero. Cada mañana se montaba en su barquita de color azul, y se adentraba en la mar. Le gustaba escribir palabras y arrojarlas al agua. Le gustaba también, evadirse de la realidad y pensar que todos los problemas se fueron volando, que no había nada de que preocuparse.
Un día Alan encontró una botella solitaria en medio del mar. Él se lanzó a cojerla y nado hasta ella. Cuando estuvo de vuelta en su barquita le quitó el corcho y leyó el papel arrugado:

Querido Alan:
Hemos recibido todos tus pequeños mensajes y nos han maravillado. ¿Crees que podrías hacernos alguna vez una visita? Prácticamente te conocemos del todo; a ti, a tu pequeña barquita y a todas vuestras aventuras. 

Atentamente, las sirenas del fondo del mar.

PD: Tráete algo para picar, hace mucho tiempo que no comemos otra cosa que sardinas.

Y así, Alan dejó a su barca plantada y se sumergió en el océano en busca de las sirenas… 



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miércoles, 25 de agosto de 2010

La chica que bailaba para sentirse bien.

Llegó el gran día. Lara, se encontraba nerviosa. Llevaba puesto el vestido azul que le tejió su abuela, su favorito.
Se hallaba en un gran escenario, de repente los focos se encendieron, los cuales dieron paso a la música.
Lara se sentía como pez en el agua... notaba que sus pies se movían solos, como por arte de magia. Miles de personas estaban atentos a sus pasos, a sus movimientos. No se escuchaba nada, solamente millones de notas que corrían por el teatro. - '
El último paso...- pensó. Salto y dio un gran giro, en ese instante todos los espectadoras aplaudieron a la vez.



- Gran actuación Lara. - le dijo un caza talentos. 
- Gracias, señor. - respondió la chica, con una voz tímida.
- ¿Has pensado en dedicarte a la danza profesional? - preguntó el hombre, muy interesado.
- Lo siento, yo no bailo por dinero. Bailo para sentirme bien. - explicó Lara.